Se
sentía aburrida, añoraba tiempos pasados y aún más su niñez.
Vivía
con él desde que ella tenía memoria, cuando era una niña, siempre
jugaban juntos, eran amigos inseparables. A ambos les gustaba jugar al
escondite y al pilla pilla. Ella recordaba como corrían los dos
juntos para ver quién era más veloz.
¡Ay cómo añoraba aquel
tiempo!
Y
es que el hombre, con el paso de los años, había dejado de vivir -pensaba ella-.
Su
amigo se pasaba horas sentado en el sillón de casa; viendo
televisión, pegado a su ordenador, comiendo o frecuentando algún bar
con algún conocido.
Ella ansiaba saltar, correr, trepar, incluso
pisar charcos, llevaba una vida tan tediosa que se sentía morir
cada día...Pero no podía dejarlo, estaban unidos de por vida.
Ella
no comprendía cómo él había cambiado tanto y se había amoldado
a una vida tan sedentaria y poco a poco empezó a odiar aquella forma de vida y en su afán por ser libre ideó un plan macabro...
La
noche de autos, el hombre salía de un bar y andaba zigzagueando. Al
pasar debajo de una farola, ella se hizo presente, él la miró entre
sorprendido y aturdido por el alcohol tomado con sus amigos.
Verla
frente a él, le hizo recordar vagamente aquel tiempo en el cual
ambos jugaban juntos y con la euforia del alcohol y la nostalgia de
la infancia, quiso volver a jugar y corrió hacia ella.
Ella pensó que había llegado el momento de deshacerse de él y con astucia esperó a que él
pasara debajo de otra farola.
Cuando la luz por fin la volvió a iluminar, se plantó delante de un muro de hormigón y él que corría
para atraparla, estaba tan ebrio que no calculó sus pasos y su
cabeza chocó contra el muro.
El golpe fue mortal, el hombre cayó fulminado en el acto, ella satisfecha se incorporó, despegó su
sombra del cuerpo inerte del que había sido su compañero y sigilosamente se pegó al muro
desapareciendo en la oscuridad de la noche, era libre.
(c)BT
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