jueves, 11 de octubre de 2018

EL OTRO LADO DE LA TENTACIÓN

Siéntese por favor, el señor Andrés está muy ocupado hoy, pero le hará un hueco y lo atenderá en cuanto le sea posible.
El caballero de sonrisa enigmática se acercó a ella como un felino, sin saber por qué Alicia sintió miedo, pero a la vez la mirada oscura y penetrante del desconocido la subyugó. 

El hombre en cuestión era bastante alto, vestía un traje negro impecable, no era joven y presentaba el pelo un tanto largo y algunas canas esparcidas en su cabello negro le daban un toque de glamour, aunque no era guapo, pero emanaba de él un carisma extraño que hacía que a Alicia le temblarán las piernas. 



Nerviosa e intentando poner alguna distancia entre ella y el desconocido, le ofreció algo de beber para hacerle más amena la espera. Pero sin previo aviso el individuo se acercó más a ella y le cogió la mano, ella abrió la boca para protestar, pero la mirada profunda del hombre la hizo callar. Hipnotizada, lo miró embobada mientras el hombre de negro acariciaba su mano y lentamente separaba sus dedos como buscando algo en ellos. Un escalofrió bajó por la espalda de la chica, su corazón empezó a latir más fuerte y entornó los ojos. Alicia estaba desconcertada, el misterioso hombre vestido de negro, la tenía agarrada de la mano.
Qué me está pasando, yo soy una tía lista, tengo que empujar a este tío, le gritaba su voz interior, mientras reconocía para sí misma, que era muy zorra y que sólo mantenía relaciones con los tíos para sacar provecho económico.
 —Tengo que apartarlo de mí, pero sin saber por qué, era incapaz de rechazarlo. 
El recién llegado le agarró la barbilla y levantando su cara la obligó a mirarlo de frente, ella con los ojos entornados se fijó en su sonrisa de dientes blancos y perfectos, mientras él acercaba sus labios a su oído y con voz melosa le murmuraba:
Sé que te gustan los lujos, sé que harías cualquier cosa para ascender en la escala social, pero sabes que todo tiene un precio, verdad Alicia, tú lo sabes, todo se paga Alicia, pero eres tú la qué decides Alicia, eres tú.
Alicia abrió los ojos desorbitados, ¿Cómo sabía ese tío su nombre
De repente sintió los labios del desconocido succionando su pezón, estaba desnuda de cintura para arriba
¿Cómo lo había hecho? 

 Imagen Cristóbal López
Intentó apartar de sus senos la cabeza del hombre, pero no lo conseguía o tal vez no lo deseaba, el caso es que le gustaba, sentía placer y excitación al par. Y mientras aquellos labios mordían y chupaban su pezón una y otra vez, se vio en una mansión rodeada de lujos, estaba maravillada, se hallaba en un salón elegante, sentada en un hermoso diván estilo vintage, seguro que es carísimo, pensó ella, mientras pasaba su mano por la tapicería del sofá con deleite al par que admiraba los cuadros de pintores famosos que adornaban las paredes de la estancia. Un espejo dorado, situado encima de una cómoda de madera rústica, le mostró su aspecto, se quedó sin palabras, estaba guapísima, su cabello rubio flotaba suelto sobre sus hombros desnudos, un precioso vestido rojo de alta firma entallaba su cintura y el escote “palabra de honor” resaltaba su bonito pecho. Tocó extasiada la gargantilla que colgaba de su cuello.

¡Son rubís, no puedo creerlo, es mi sueño hecho realidad! 

De repente un olor nauseabundo impregnó la habitación, molesta se giró buscando de dónde provenía aquel tufo, un hombre alto y muy gordo con el rostro lleno de acné, acababa de entrar en la sala, llevaba en la mano un látigo. La peste que desprendía aquel individuo era insoportable, pero ella muy educada se puso en pie, intuía que el ser pestilente era el dueño de la casa, pero al par tenía la sensación de que ella vivía allí, rodeada de aquel lujo. El gigante apestoso se acercó a ella y bajándose los pantalones le espeto:
¡Hora de pagar! Y agarrándola del pelo sin compasión, la obligó a ponerse de rodilla y le pegó su pene al rostro, gritándole: ¡Chupa y traga zorra!
Ella echó la cara para atrás, el hedor que emanaba del sexo de aquel hombre era repugnante, pero el gigante obeso no se inmutó, tiró con más fuerza de su pelo, ella gritó de dolor y él aprovechó para introducir su pene en la boca abierta, el olor fétido impregnó la lengua de Alicia, el asco la invadió y presa de arcadas empezó a toser mientras retrocedía, entonces el gigante levantó su látigo y lo hizo crujir en su espalda con bestialidad, el tremendo latigazo la hizo chillar presa de un dolor insoportable.
                                Imagen Cristóbal López
¡Te he dicho que chupes y tragues, y no vayas a morderme! le gritó el gordo mientras blandía otra vez su látigo, le laceraba los hombros y volvía a introducir su apestoso pene en la boca de la chica.

   Andrés abrió la puerta de su despacho y se dirigió al desconocido vestido de negro con la mano tendida:
Soy el director de esta empresa ¿en qué puedo ayudarlo?
El caballero enigmático soltó la mano de Alicia mientras le susurraba al oído, Salvada por la campana y con sonrisa pícara, guiñándole un ojo se apartó de ella. 
Alicia se desplomó en su silla, estaba temblando, el miedo y el dolor la tenían paralizada, tragó saliva, podía sentir el sabor a podrido en su boca, aterrada y avergonzada cruzó los brazos cubriéndose el pecho, se sentía desnuda y se levantó. Disculpándose ante su jefe, dijo que tenía que ir al servicio, el desconocido se rio, su jefe que no comprendía nada se alzó de hombros mientras estrechaba la mano del extranjero.

   Una vez en el baño, Alicia fue directa al espejo, percibía un dolor muy hondo en la espalda. Miró su reflejo y se quedó atónita, no estaba desnuda, su camisa no estaba desabrochada, no entendía qué había pasado, perpleja se quitó la blusa y el sujetador. Se mordió el labio y las lágrimas afloraron a sus ojos cuando vio el estado de sus senos; su pecho estaba amoratado, había sido mordido con bestialidad, mostraba multitud de heridas incisas y un pezón sangraba. Se giró para ver su espalda y el espejo le mostró su dorso lacerado, el recuerdo de los latigazos la hizo temblar, aunque comprobó que a pesar de la bestialidad del azote, las lesiones no eran profundas pero tardarían un tiempo en cicatrizar. Volvió a vestirse y abrió el grifo del lavabo para beber agua, la pestilencia del pene asqueroso del hombre que la había azotado, seguía en su lengua. 
Frente al espejo abrió la boca y se quedó petrificada, ¿Dónde estaba su ortodoncia
Sus dientes estaban torcidos, apilados unos encima de otros como antaño y recordó a su primer jefe y las muchas veces que tuvo que acostarse con él para que le pagara la sonrisa perfecta que ahora había desaparecido... 

© BT

2 comentarios:

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Cuento en la pecularidad del amor gótico. Un abrazo. carlos

Unknown dijo...

Espectacular!