viernes, 5 de octubre de 2018

Cuando llega la indiferencia


Erase una vez un mueble bastante interesante, bonito, elegante y gracioso. Vivía en el almacén de un anticuario a la espera de ser vendido.
El mueble estaba colocado en la entrada del local con un cartel muy grande que ponía —¡No tocar!— algún que otro curioso entraba a veces y sentía la tentación de pasar la mano por la suave madera del mueble, pero la mirada severa del anticuario lo hacía desistir y salía casi asustado.
Y es que el anticuario era bastante estricto con su clientela y siempre estaba alerta.
Cada día, una multitud llegaban al almacén, buscando mercancía para amueblar sus casas.
El mueble en cuestión era admirado por muchos, pero no sabían dónde colocarlo; ya que veían al mueble demasiado elegante para una salita de estar y a la vez poca cosa para un salón o demasiado gracioso para un dormitorio y llenos de dudas, optaban por comprar un mueble más clásico, que no desentonara en ninguna habitación.
Un buen día, un comprador más atrevido hizo trato con el anticuario y compró el dichoso mueble.
Lo colocó en una habitación y muy satisfecho le puso un jarrón encima a modo de decoración, después apagó la luz, cerró la puerta para que su reciente adquisición no se estropeara y se fue al bar con sus amigos a celebrar su compra. Pasaban los días y las semanas, a veces el comprador se acordaba del mueble, entonces abría la puerta de la habitación, miraba el mueble, le limpiaba un poco el polvo y le colocaba otro jarrón, después apagaba la luz, volvía a cerrar la puerta y satisfecho de su acción se iba a celebrarlo fuera. Pasaron los días, las semanas y los años, el mueble seguía en su habitación, los jarrones se acumulaban en él y el polvo también. Ya no era tan bonito ni gracioso como antes y se veía grotesco con tanto jarrón. Un día el comprador, —demasiado ocupado con sus amigos de idas y venidas y sus asuntos— se acordó que hacía mucho tiempo que no prestaba atención a su mueble, entonces abrió la puerta de la habitación y al encender la luz, el mueble se derrumbó, los jarrones se estrellaron contra el suelo y las astillas del desgastado mueble salieron volando de la habitación...

                                                       (imagen Art Nicoletta Ceccoli)

                                           
PD: Tal vez él la amó durante un tiempo o tal vez no la amaba y solo quería un trofeo para presumir o tal vez  solo buscaba tener a alguien en casa para su comodidad o tal vez... ¿Qué sé yo?  

© BT




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