Erase
una vez un mueble bastante interesante, bonito, elegante y gracioso. Vivía en el
almacén de un anticuario a la espera de ser vendido.
El
mueble estaba colocado en la entrada del local con un cartel muy
grande que ponía —¡No tocar!— algún que otro curioso entraba a
veces y sentía la tentación de pasar la mano por la suave madera
del mueble, pero la mirada severa del anticuario lo hacía desistir y
salía casi asustado.
Y
es que el anticuario era bastante estricto con su clientela y siempre
estaba alerta.
Cada
día, una multitud llegaban al almacén, buscando mercancía para
amueblar sus casas.
El
mueble en cuestión era admirado por muchos, pero no sabían dónde
colocarlo; ya que veían al mueble demasiado elegante para una salita
de estar y a la vez poca cosa para un salón o demasiado gracioso
para un dormitorio y llenos de dudas, optaban por comprar un mueble
más clásico, que no desentonara en ninguna habitación.
Un
buen día, un comprador más atrevido hizo trato con el anticuario y
compró el dichoso mueble.
Lo
colocó en una habitación y muy satisfecho le puso un jarrón encima
a modo de decoración, después apagó la luz, cerró la puerta para
que su reciente adquisición no se estropeara y se fue al bar con sus
amigos a celebrar su compra. Pasaban los días y las semanas, a veces
el comprador se acordaba del mueble, entonces abría la puerta de la
habitación, miraba el mueble, le limpiaba un poco el polvo y le
colocaba otro jarrón, después apagaba la luz, volvía a cerrar la
puerta y satisfecho de su acción se iba a celebrarlo fuera. Pasaron
los días, las semanas y los años, el mueble seguía en su
habitación, los jarrones se acumulaban en él y el polvo también.
Ya no era tan bonito ni gracioso como antes y se veía grotesco con
tanto jarrón. Un día el comprador, —demasiado ocupado con sus
amigos de idas y venidas y sus asuntos— se acordó que hacía mucho
tiempo que no prestaba atención a su mueble, entonces abrió la
puerta de la habitación y al encender la luz, el mueble se derrumbó,
los jarrones se estrellaron contra el suelo y las astillas del
desgastado mueble salieron volando de la habitación...
(imagen Art Nicoletta Ceccoli)
PD: Tal vez él la amó durante un tiempo o tal vez no la amaba y solo quería un trofeo para presumir o tal vez solo buscaba tener a alguien en casa para su comodidad o tal vez... ¿Qué sé yo?
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